viernes, 20 de marzo de 2009

Néstor necesita un infierno para ganar


La decisión del matrimonio presidencial de coparticipar el 30% las retenciones a la soja no hizo más que confirmar la sospecha: en el marco actual nacional e internacional, a los Kirchner no les basta la inflación, el desempleo, ni la inseguridad. Necesitan un 'eje del mal' que lo justifique todo... como Bush necesitó de Irán, Irak y Corea del Norte.

20/03/2009 12:05

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24).-

Las opiniones coinciden. He aquí algunas de ellas:

# "Lo que le falta al genoma kirchnerista", por Jorge Fernández Díaz para 'La Nación': "Néstor Kirchner no concibe la política sin una epopeya ni una campaña electoral sin un enemigo. Ese enemigo no puede ser, como en países evolucionados y dentro de sistemas políticos maduros, simplemente la recesión, la crisis, el desempleo u otros temas de fondo. Nada de "cuestiones abstractas": Kirchner necesita crear un enemigo gigantesco y corpóreo para derrotarlo.
E incluso, si la suerte le es adversa, que le permita caer de un modo majestuoso, haciendo uso del glamour setentista del fracaso: "Perdimos porque éramos los mejores y porque luchábamos contra los malos". Volveremos, volveremos. Los primeros pasos de esta carrera hacia las urnas van mostrando que Kirchner ha elegido al campo como el monstruo por destruir. Denunciará una y otra vez a la "oligarquía vacuna" y sus aliados, los "grandes medios de comunicación". Lo hará desde la tribuna, a los gritos, haciendo uso de un maniqueísmo de manual. De este modo, Kirchner crea una falsa mística: "No estamos luchando contra Carrió, Macri, Duhalde o Reutemann; estamos luchando contra la oligarquía y sus aliados mediáticos". Este tipo de argumentación le facilita difundir un mensaje según el cual la sociedad no le está aplicando un voto castigo al gobierno de su esposa por su mandato gris, sino por "intereses personales y espurios" de los malvados de siempre. Ser derrotados por los dirigentes de la oposición, claro está, sería poco glamoroso. Quedaría en evidencia que la sociedad ha castigado a los Kirchner por haber sembrado odios y por haber combinado irritantes gestos de superioridad moral con prácticas escandalosas, soberbia personal con camelos ideológicos, ejercicio impiadoso y discrecional del poder con manipulación de estadísticas y organismos de control, desprecio por las formas republicanas y combate a la prensa independiente con un manejo amateur de la economía y una conducción errática de la política exterior. Perder "contra la oligarquía vacuna y la oposición de los medios" les evita discutir lo que hicieron y lo que harán en concreto con dos temas que los pequeños burgueses de izquierda desprecian por ser "temas de la derecha, de la clase media y de los ricos": la inflación y la inseguridad. Estos intelectuales oficialistas, que sólo han visto pobres en las películas sobre marginales que filman los cineastas fashion de Palermo y Las Cañitas, ignoran que esos dos flagelos pegan mucho más abajo que en el medio o arriba. La inflación lastima las billeteras de todos, pero destruye los bolsillos del proletariado. La inseguridad mete miedo a los que más tienen, pero aterra y rapiña a los que menos pueden defenderse. No dará cuenta el Gobierno, durante esta campaña, de las políticas antiinflacionarias y los planes serios para combatir el desempleo y el delito, preocupaciones reales de los argentinos. Tampoco dará lugar a una idea nacida, paradójicamente, del conflicto que Kirchner generó con el campo y de la espectacular llegada de la crisis económica global: la sociedad argentina siente hoy que el país puede salir adelante vendiéndoles alimentos a todos. El peronismo fue esencialmente industrialista, y el agro les dio un cachetazo político a Néstor y a Cristina. Pero la única verdad es la realidad: la agroindustria le permite a la Argentina soñar con un lugar en el mundo. En vez de abrazarse a esa idea y dejar de cavar el pozo en el que están metidos, los Kirchner han decidido redoblar la apuesta y colocar al agro como lo que ya no es: una aristocracia rancia y golpista. Si pierden, los kirchneristas dirán que la oligarquía y sus voceros les cortaron las piernas. E incluso pensarán -aunque sea, hipotéticamente- en revolearle el Gobierno por la cabeza al vicepresidente de la Nación o a cualquiera, como insinuó el propio Kirchner al día siguiente de la votación "no positiva" de la 125 en el Senado de la Nación. "Si no tengo el poder, ¿para qué quiero el Gobierno? Ya vas a ver cómo nos van a venir a buscar..." El inefable matrimonio no tiene idea de cómo se dialoga sin ejercer presión ni de cómo se gobierna sin mayorías parlamentarias y sin superpoderes. Son más "revolucionarios" que demócratas y republicanos: prefieren el relato del payador perseguido a la "mediocridad de la partidocracia". El problema es que para ser un estadista hay que tener el coraje del conquistador, pero, fundamentalmente, la templanza del gobernante. Luego de la espectacularidad de la conquista, viene la democracia gris, que exige mucha paciencia y tesón, y no tanta palabrería y fuegos artificiales. Saber perder y tener apego por la alternancia institucional. Ninguna de estas virtudes componen el genoma kirchnerista. (...) el "todo o nada" se ha convertido en la tónica del momento. No hay ánimo de leer y acatar el mensaje de las urnas, ni de trabajar humildemente para los votantes. "Nos volteó la oligarquía". Volveremos, volveremos. Las elecciones legislativas suelen ser muestreos del estado de ánimo de la población. El estado de ánimo se ve en las encuestas, se percibe en la calle y se intuye incluso en gestos aparentemente frívolos, como los que resplandecen en la televisión abierta, donde se palpa que la complacencia con la pareja presidencial ha ido mermando y donde figuras populares, de habitual olfato, han empezado a oler la sangre: regresarán las imitaciones políticas y la sátira dura y diaria del matrimonio a la televisión argentina, a pesar de las presiones que los agentes oficiales ejercieron exitosamente durante estos cinco años. Lo que nadie sabe, lo difícil de mensurar, es qué ocurrirá en el conurbano bonaerense, donde los barones del peronismo hacen equilibrio para tratar de no quedar desairados, sea cual fuere el resultado final. Son los que definirán la pelea. (...) Kirchner habla de (...) llevar todo al borde del abismo. Para utilizar el viejísimo truco de "nosotros o el caos". El problema de esa estrategia es que ya la sociedad reescribe la fórmula. Es el propio Kirchner el que provoca el caos, se dicen. No hay riesgo si se le ponen límites al piloto en medio de la tormenta, porque es precisamente el piloto quien más ha hecho para que las olas del tifón nos estén llegando hasta el cuello." # "'Yo o el infierno', el todo o nada de K", por Carlos Torrengo, en el diario 'Río Negro': "La Argentina actual se define por los extremos a que llegan reflexiones y decisiones, brutales en algunos casos. Así se encuadran los términos en que Kirchner apura la política ante el temor de perderlo todo. Parafraseando a Ciorán, uno de los pensadores más talentosos en la Argentina de la transición -Oscar Terán- escribió que en tanto cuerpo político-social nuestro país siempre se balancea "de la lógica a la epilepsia". Hablaba entonces de una Argentina que se ha "tribalizado, guetizado", un país donde por momentos "hay buenas razones para que el pensamiento quede relativamente estupefacto". Y, siempre en la saga de estas reflexiones, Terán -fallecido el año pasado- acotaba que en un país "donde los padres fundadores son el primer muerto sin sepultura llamado Mariano Moreno o un padre ausente como San Martín, deberíamos en suma preguntarnos cuándo nace que todo lo diferente debe ser prolijamente exorcizado". "La ceguera suele ser festiva en la Argentina", sostiene el filósofo Miguel Wiñazki en un librito que nos descarna con acierto: "Ataque de pánico. Crónica del miedo en la Argentina". Y el miedo acicatea el pensamiento brutal. Ya en escena, lo brutal tiene su propia y exigente dialéctica. Va aceleradamente a los extremos buscando ahí "la solución" a éste o aquel problema. Lo brutal tiene lo que un historiador inglés ha definido como "energía inagotable" destinada a lograr la "radicalización acumulativa" de las ideas y acciones. Lo brutal está hoy de mil maneras firmemente abulonado en la cotidianidad argentina. Desde el pensamiento llano que la caracteriza, Susana Giménez chilla "El que mata debe morir". Desde la brutalidad en que ha devenido su verbo, Hebe de Bonafini la cruza con un sonoro "puta". Pero un tramo largo y ancho de los argentinos coincide con la diva y hasta propone cortar dedos a los delincuentes. Cacho Castaña se suma a "Su". Pero llega con precisiones. Brutales, claro. El problema de la inseguridad "se soluciona con un paredón de 300 ladrillos" para fusilar gente. -Y que sea en Plaza de Mayo. Eso es lo que la gente quiere. -¡Algo hay que hacer! -responde Cacho como si la opinión de la "gente" fuera la verdad revelada. Su "algo" no es neutro: es matar con independencia de toda reflexión sobre causas y naturaleza de la ola de inseguridad que jaquea al país. ¡Y algo hay que hacer! fue la conclusión a la que llegó Néstor Kirchner para rescatar al gobierno de su esposa del jaque al que está sometido. Es un poder bajo miedo y, para salvarlo, Kirchner le inyecta más brutalidad al sistema político que la que ya tiene: adelanta las elecciones. Parte en dos la política y ésta desborda sus tensiones sobre su cuna: la sociedad. Luego Kirchner se pone en campaña. Y vocifera desde el fascistoide dictado ideológico en el que se formó políticamente: pueblo vs. antipueblo. La política tramitada como guerra. Buenos y malos. Facilismo arrogante, maniqueo. Otro esquema brutal de razonamiento. Otro fogoneo a la fractura terminante del país. Por la patología que la signa, es posible que en el futuro la presidencia de los K requiera para su estudio de una labor interdisciplinaria muy intensa. La historia no podrá, sola, develar tanto recoveco. Sin duda, requerirá de la psiquiatría. Reflexiona Natalio Botana: "El gobierno está fabricando una opción de hierro que podría terminar acentuando su propia debilidad: o se lo respalda en el Congreso y después en los comicios o, de lo contrario, una vez perdida la apuesta, correremos el riesgo de caminar una vez más por el filo de la ingobernabilidad". Éste es el núcleo duro y brutal de la apuesta de Kirchner: yo o el infierno (...) Para Sergio Berenstein -de la consultora Poliarquía-, con el adelantamiento de las urnas el gobierno expresa su debilidad. "No le va a ir bien, pero mejor que si las elecciones fueran en octubre. Se va a blanquear el debilitamiento que sufrió en los últimos doce meses de conflicto con el campo. Se verá más palmariamente el abandono de la clase media rural y urbana. Me pregunto: ¿cómo va a explicar el kirchnerismo la pérdida neta de votos respecto de 2007 y 2005?" ¿Por qué no creer que el kirchnerismo ya tiene almacenada la respuesta? ¿Que le echará la culpa a la mentada "oligarquía"? Porque si sobreviene la derrota de Kirchner no hay ninguna razón para esperar de su parte una explicación razonable, argumentada desde la autocrítica. Su ombligo no cuenta. -Es un hombre que jamás se piensa hacia adentro, jamás en la naturaleza de sus ideas y convicciones, el factor de sus equívocos. No los ignora, pero para funcionar necesita que el problema siempre sean los otros -dice el psiquiatra José Abadi. La talentosa Silvia Bleichmar se murió cuando comenzaba a reflexionar sobre el estilo K de hacer política y ejercer el poder. Una tarde, a comienzos del 2007, le dijo a este diario: -Kirchner le ha trasladado a su gente mucho prejuicio? muy extremo. Ese prejuicio que se define por lo extremo de su naturaleza, la irreductibilidad a toda argumentación, a todo fundamento que pueda descolocarlo. -En política, el prejuicio jamás afloja, nunca se regula; éste es uno de los dramas de la historia argentina, mucho de sus páginas más brutales tiene su raíz en el prejuicio -reflexiona con voz suave, amortiguada por más de 80 años, Félix Luna. "¡Vaya a saber qué quiere hacer Kirchner con todo el poder que ha acumulado!", se preguntaba hace tres años el historiador Tulio Halperín Donghi. En relación con aquellos días, el poder de Kirchner luce hoy muy desflecado. Y está claro que es lo que quiere hacer con lo que queda de poder, que igualmente no es poco: llevar a la Argentina a esos sitios de tensión que la parten. Lo mueve el desprecio por lo distinto. Y se mueve con ira. En ese camino ignora una máxima de Sun Tzu, el más talentoso teórico de la guerra: "Un soberano nunca lanza un ejército al ataque por ira". El que lo hace, pierde." # "Todo por la misma plata por los mismos votos", por Hernán de Goñi, en el diario 'El Cronista': "Con un mundo que se encamina decididamente hacia la recesión, el principal desafío que tiene por delante la Argentina es tomar las decisiones necesarias para sostener la economía. Con una crisis global tan fuerte, el impacto local ya se ha hecho sentir con fuerza en varios frentes: la demanda de nuestros productos exportables cayó (al igual que los precios pagados), lo que achicó el saldo comercial que nutre de reservas al BCRA y alimenta la caja fiscal; las fábricas acumulan un stock que no pueden vender y reducen sus dotaciones; con ingresos inciertos, más gente se vuelca a ahorrar en dólares y reduce la cantidad de pesos que sostienen el consumo interno; la menor actividad resiente la recaudación y complica aún más el financiamiento del Estado. Estas son solo algunas de las consecuencias que se pueden mencionar. Los argentinos sabemos que en una crisis lor problemas se potencian unos a otros y la clave para enfrentarlos siempre es encontrar un punto de apoyo que reinicie el círculo virtuoso. ¿Cuál de todos estos problemas ataca la decisión de coparticipar 30% de las retenciones de soja? Ninguno. Lo que anunció el Gobierno es un mecanismo diferente para distribuir recursos ya existentes. Es cierto que la descentralización permite dinamizar la ejecución de obras chicas. Pero lo real es que el Gobierno sigue evitando darle una respuesta de fondo al campo, el único sector con capacidad ociosa para hacer crecer la torta de recursos en el corto plazo, porque el mundo puede necesitar menos autos, pero no menos alimentos. Los Kirchner creen que con esta medida se están sacando de encima el conflicto rural. Lo que sí es seguro es que no tendrán sus votos en junio."